jueves, 31 de marzo de 2011

Dr. Rolando Tello en el 66 Aniversario de matrimonio Tello-Torres


PAPÁ HUMBERTO Y MAMÁ SARITA:
Vuestros hijos, en primer grado de consanguinidad:  Ligia, Rolando, Alicia, Nora, Oswaldo, Humberto, Rómulo, Edgar, John y Nancy, vuestros hijos políticos Víctor Hugo Moncayo, Martha Crespo, Lucía Soledad García, Jacky Morales, Jacky Chérrez, Rocío León, Editha Borja y Raúl Moncada, vuestros nietos y bisnietos nos propusimos crear un espacio familiar para estar juntos, por primera vez y proclamar en una sola voz, nuestra indescriptible felicidad, de expresar nuestra dicha de tenerlos juntos, conmemorando el SEXAGÉSIMO SEXTO ANIVERSARIO DE VIDA MATRIMONIAL, y también, festejar vuestro CUMPLEAÑOS 90 Y 83 respectivamente.
Claro que cumplir 66 años de matrimonio, es algo  extraordinario, pues las bodas de oro, las bodas de diamante quedaron cortas para vuestra prolífica trayectoria.  66 años de vivir juntos, compartiendo el mismo lecho, los mismos ideales, los mismos triunfos y vicisitudes, 66 años juntos bajo el mismo cielo, 66 años de repetir, en cada latido de vuestro corazón los nombres de vuestros hijos, a quienes supisteis inculcar la manera estoica de enfrentar la vida, pero digamos con más propiedad, nos enseñasteis  a combatir en la arena, para  aprender a vencer en la vida, como lo hacían los gladiadores de los césares.
El combate, fue duro, implacable, feroz, pero supimos vencer, nos ganamos nuestra libertad para surgir, para doblegar las circunstancias adversas. Pero a qué se debe este triunfo si así podemos llamar ? Será suerte, acaso casualidad  o es que la señora fortuna nos dio un toque mágico ? No queridos padres. Aquí no hay ningún secreto, el éxito circunstancial de vuestros hijos, sin excepción, se debe a que  ustedes, amalgama perfecta de espíritu, cerebro, corazón y músculo, supieron darnos amor sin límites, nos enseñaron las primeras palabras, los primeros mimos, los primeros juegos, las primeras caricias, los  primeros consejos de honradez. Antes de ir a la escuela, nos hicieron conocer muchos secretos que se guardan, como un tesoro, en la parte más honda y más sensible del corazón, nos inculcaron el respeto, el amor al trabajo, la puntualidad, el saludo, el cumplimiento del deber, la solidaridad, pero todo este aprendizaje no hubiese rendido sus frutos, si no hubiésemos recibido también, con mano firme, la reprensión enérgica y oportuna.
Nuestra niñez, la mejor época de nuestra existencia, pasamos juntos, a la vez que estudiábamos, jugábamos, trabajábamos, reñíamos, llorábamos, reíamos, soñábamos, sufríamos y en la mesa, el mantel largo para una familia tan numerosa, nunca faltaba el pan de cada día.
Papá Humberto María, nació en el Sígsig, provincia del Azuay, el 18 de febrero de 1921, hijo de Antonio Tello Arévalo  y Rosario Arévalo Marín, por el año 1934, a la edad de 13 años, llega a Gualaquiza, junto a su padre, don Antonio Tello Arévalo y acompañado de sus hermanos Víctor, Gonzalo y Lucila. Su mamacita Rosario Arévalo Marín, había fallecido prematuramente, quedando huérfano desde muy temprana edad.  Atraídos por el fulgor del oro  que arrastraban las aguas de los  ríos: Bomboiza, Zamora y Nangaritza, se asentaron en Gualaquiza. Ahí pasó  su adolescencia y juventud extrayendo, artesanalmente el oro. En el año 1941, a los 19 años de edad, salió de Gualaquiza a la ciudad de Cuenca, para incorporarse a las filas del ejército como conscripto y luego como soldado. Se enroló en el ‘’Batallón Jaramijó’’, integrado por azuayos distinguidos. Luego de una exigente y corta preparación militar, el Batallón se dirigió desde Cuenca hasta la provincia deEl Oro, para enfrentarse en desigual batalla con el secular enemigo del sur. Luego de algunos días de forzada caminata, bien apertrechados, llegaron  a Porotillos, cerca del  Pasaje y el 11 de septiembre de 1941 entraron en combate. Ese día memorable brilló el sol de la victoria para el Batallón Jaramijó. Un soldado peruano logró huir lanzándose al río. Esa victoria de Porotillos, registra la Historia, como un día de gloria para el Ejército Ecuatoriano, porque desde ese momento el invasor peruano dio marcha atrás y pronto capituló y devolvió  la provincia de El Oro, que la mantenían sometida.
A los soldados que lucharon heroicamente en esa gesta, el Gobierno Nacional otorgó la condecoración Cruz de Guerra, que es el máximo galardón que entrega la Patria a sus héroes predilectos. En el país,  pocas personas se han hecho acreedoras a esta distinción. Y papá Humberto, luce en su pecho esta presea que le entregó la Patria, siendo merecedor también a una pensión vitalicia, como  ex combatiente del conflicto bélico del año 1941.
Luego que terminó el conflicto bélico con el Perú, los soldados que sobrevivieron a esa hazaña, fueron dados de alta y el valiente soldado Humberto Tello, luego de cumplir con la Patria, regresa a su bello terruño Gualaquiza, ahí quedó su familia, ahí quedó su promesa, su dulcinea, ahí estaba Sara Isabel Torres Moscoso, de 18 años de edad, pletórica de juventud y belleza, para contraer matrimonio en el año 1945.
Sara Isabel, nacida en Gualaquiza, el 25 de noviembre de 1927, hija de José Benigno Torres Iñiguez y María Benigna Moscoso Rivera, nacidos en el Sígsig y San Juan respectivamente, también de origen azuayos.
Luego de formar el matrimonio, Dios les bendice con once hijos, aquí estamos 10, Gladys, que debería estar de 53 años, desde muy niña se fue al cielo. Estoy seguro, que ella, se convirtió en nuestra embajadora para alcanzar de Dios tantas bendiciones.
La vida de matrimonio, la vida hogareña que nosotros vivimos, no fue nada fácil. Parece un contrasentido, pero lo voy a decir: nuestra mayor riqueza fue la pobreza. Nuestra mayor fortaleza, fueron las penurias económicas. Papá Humberto, poco afecto al trabajo del campo, tuvo un don especial para desempeñarse como un destacado funcionario público. De ahí que sus hijos e hijas, por transmisión genética, de una u otra forma, se desenvuelven con solvencia y honradez en funciones públicas de mucha responsabilidad.
Al igual que las aguas del océano, que se calman y enfurecen a la vez, la vida  nos presenta momentos de sosiego y momentos de intranquilidad. Se han vivido épocas de triunfo y épocas de derrota. La actividad política en nuestro hogar fue el pan de todos los días. En esa escuela aprendimos la pasión por el quehacer público, que al abrigar una causa, hay que ser leales hasta la muerte. En esa escuela cotidiana, aprendimos a ser firmes en nuestras convicciones. Cuando triunfaba el candidato de nuestros padres, todos festejábamos, la alegría era espontánea, porque sabíamos que de seguro, el jefe del hogar, tendría un cargo de Jefe Político, la máxima autoridad en un cantón donde regía la Ley Especial de Oriente. Como Jefe Político, al mismo tiempo que representaba al Presidente de la República, ejercía el cargo de notario público, de registrador, de comisario, de jefe de registro civil. Pero así como había tiempos de alegría familiar, también hubo algunos momentos de tristeza, se saboreaba  la derrota, el candidato a Diputado o Senador había perdido en las urnas y papá Humberto, desempleado nuevamente, sin ingresos, soportando burlas y escarnios. Nuestro único refugio era la agricultura, la finca, el ganado. En esa escuela de trabajo, de alegrías y sufrimientos nos hemos forjado. Aprendimos a trabajar la tierra y la tierra fue generosa, como una buena madre, te multiplica con creses el esfuerzo.
El tiempo no se detiene. Crecímos, los primeros hijos nos íbamos haciéndonos adolescentes y por algunos años, fuimos asalariados, pero ese dinero ganado con sudor, nos templó el espíritu, para seguir adelante. Había que emigrar. Gualaquiza, nuestra linda tierra, no tenía la suerte de tener un colegio, apenas había una escuela. Ligia, Alicia, Edgar y Rolando nos graduamos en Cuenca. La única graduada en Gualaquiza, es nuestra hermana Nora, que obtuvo su bachillerato cuando era toda una madre de familia. Oswaldo y Humberto, se graduaron en el colegio, en Chone. Los demás hermanos se graduaron en Quito. Como nuestros padres, tenían que permanecer junto a sus hijos para apoyarlos, sin vacilar, se desprendieron de su patrimonio que adquirieron en Gualaquiza para trasladar su domicilio a la Capital. Ahí los hijos les necesitaban.
En Quito, el comienzo no fue fácil. En esta ciudad, la mayor parte de los hermanos se formaron, se educaron, asimismo, con gran esfuerzo personal y familiar, porque nuestra mayor riqueza, nuestra mayor fortaleza, fue siempre la pobreza.
Ha pasado el tiempo vertiginosamente. Vuestras hijas e hijos Tello Torres, alcanzaron la mayor edad,  unos tenemos abundantes canas, otros son adultos aún y tal vez algún joven, con hijos, algunos con nietos. Ahora, cada hijo alzó su vuelo, el alero del hogar quedó vacío. Cada hijo e hija tiene su propio proyecto. Cada hijo e hija tiene su propio mundo. Ha formado su propia familia. Crearon su propio espacio vital.
Ustedes, papá Humberto y mamá Sarita han cumplido. Nos dieron el aliento, nos dieron el valor, nos saturaron  el alma de valores, y aquí estamos hoy reunidos para agradeceros por vuestra entrega, por vuestro sacrificio, por habernos enseñado el camino del esfuerzo, de la lucha, de la abnegación.
Vuestra prole, está orgullosa de ustedes viejitos del alma.
Un especialísimo reconocimiento se merece nuestra madre, Sara Isabel, porque fue ella que en los momentos de flaqueza, cuando el político infatigable parecía desfallecer,  ahí estaba tu fuerza que inyectaba valor para vivir con dignidad. Fue ella que nunca no se rendía ante el fracaso, por el contrario, trabajaba sin descanso, en cualquier actividad que se ingeniaba, nada le vencía, fue ella, con su temple y su coraje que nos impulsó a todos, nos apoyó, nos animó para que sigamos adelante en el estudio. Gracias madre entrañable, sin tu apoyo, no estuviésemos donde estamos.
A mis hermanos y hermanas de sangre, a nuestras hermanas y hermanos políticos, a la cónyuge, al cónyuge, a nuestros hijos, nietos y sobrinos aquí presentes, les quiero suplicar una promesa, que esta UNIDAD FAMILIAR, todo un siempre, siga fortalecida como hoy, pues el árbol familiar es frondoso y ahí anidan sueños y esperanzas compartidas. Cada palabra, cada sonrisa, cada mirada de nuestros vástagos, son el preludio de un gran amanecer.
Papá Humberto y Mamá Sarita: Reciban este sencillo y merecido homenaje de gratitud de parte de vuestra prole, que al unísono, en este momento, elevamos nuestra plegaria a nuestro Dios para agradecer por esta particular bendición que nos regala: EL COMPARTIR EN UNIDAD FAMILIAR ESTOS 66 AÑOS DE COMPROMISO NUPCIAL y POR CUMPLIR  L0S 90 Y 83 AÑOS DE VIDA FRUCTÍFERA.
Gracias. Quinta "Julita", Cuenca, 19 de febrero del 2011.

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